miércoles, 13 de junio de 2012

Correr



Cuando era pequeño odiaba trotar. Mi peor pesadilla en las clases de educación física, era el famoso test de Cooper donde se debía darle vueltas a una cancha de fútbol por cuarenta minutos seguidos….a duras penas le daba una y de resto me tocaba caminar minutos y minutos achicharrándome bajo el sol ardiente de Cali.

Una vez crecí me sentí atraído por las artes marciales. Por muchos años hice Karate y después Capoeira…si bien son actividades que exigen mucho físicamente no se requiere estar corriendo todo el tiempo. Empecé a trotar nuevamente  en mis regresos a Cali por las ganas de querer hacer algún ejercicio, no lo disfrutaba, simplemente lo hacía como una obligación.

Desde hace un mes empecé a salir a trotar los domingos, en la ciclovía de Bogotá. Esta vez no lo hice como una obligación, ni como un deber, era una especie de necesidad, de  querer salir a la calle y ver que me podía encontrar.

Empiezo a correr, con lentitud, a mi propio ritmo, no hay enemigos que vencer, ni una meta que alcanzar, cada vez que llego a una esquina me digo que podré llegar hasta la próxima y luego la próxima. Al trotar no existe ninguna preocupación, ninguna tristeza, ansiedad o alegría sólo la necesidad de mover la otra pierna, de ver qué se oculta detrás del próximo semáforo, de moverme al ritmo de mi respiración o la música que llevo en mi Ipod.

He corrido con sol, con el cielo despejado y azul muy azul, rodeado de gente que anda metida en sus propios asuntos;  también lo he hecho con el cielo gris, a punto de desplomarse, con pequeñas gotas que se deslizan incesantes sobre mi rostro y espalda y solitario siendo uno solo en la vía, siempre queriendo superar mis límites.

Correr me sirve como filosofía de vida: Arriba está  el cielo infinito, al fondo el horizonte, no hay metas, no hay cargas sólo las ganas de querer moverse, de dejar atrás las cosas malas, de exigirse, siempre sin dejar nada para el regreso, siempre obrando con sinceridad y esfuerzo. 

En estos momentos estoy corriendo hasta Unicentro que queda en la 127, con lo que estoy haciendo un poco más de 80 cuadras (eso sin contar con el regreso, en donde camino de vuelta a casa viendo detalles que en la carrera pasé por alto) pero sé que puedo dar mucho más, sé que no hay límites y siempre podré exigirme un poco más.

Les dejo este fragmento de esa gran película que es Gatacca en donde se ve la importancia de darlo todo  y eso, creo yo, es lo importante,  darse todo, en el ejercicio, en la literatura, en el amor, en la vida.







No hay comentarios:

Publicar un comentario