Somos las frustraciones de
nuestros padres. Los herederos de la desazón de sus vidas malgastadas en el
trabajo. Somos los hijos de la publicidad, de un paraíso de marcas perfectas,
familias felices con perro incluido, mujeres en vestido de baño dispuestas a
complacer nuestras necesidades sexuales a cambio de una cerveza, somos los
hijos del Ipod, del Blackberry, del pc, del Mazda, el Chevrolet y el Mercedes, somos felices mientras podamos
adquirir más y más y cada vez más sin saciarnos jamás.
Somos la búsqueda del ser, de
querer ascender en el trabajo porque así podremos tener más plata, somos la
necesidad de tener más plata para adquirir lo que no necesitamos, somos la
herencia de Pablo Escobar, para quien lo importante era conseguir sin importar
el cómo, somos los billetes que tenemos en el bolsillo, los cheques que ya
nadie usa, el saldo de la tarjeta de crédito, somos nuestros anhelos desesperados de viajar para conocer otras tierras a pesar
que el sol siempre es el mismo en Timbuctú o en Ipiales.
Somos la maldad de los políticos,
su retorcida moralidad, somos los hijos de Uribe, de Samper, de Gaviria, de
Turbay, de Bolívar, de Roy, de Merlano,
del Congreso y su apatía, de la mentira, el robo, la corrupción, el todo vale y ustedes nos tienen que servir en
lugar de ser al contrario como debería ser.
Somos la mentira de la
libertad, de la felicidad que nos inculcaron que debíamos alcanzar de pequeños.
Somos una evasión, cine por la tarde, tequila, ron, aguardiente, ginebra, whiskey,
cerveza, por la noche, marihuana, coca, heroína, extasis a la madrugada, procuramos ser felices en esas horas sin
tiempo, en esos besos sin dueño, en ese fluir sin pensar.
Somos una foto de facebook,
un trino de Twister, una foto en el flickr, una entrada en un blog. Somos las
palabras políticamente incorrectas que no decimos por miedo a ser juzgados, la
manera en que hipócritamente queremos encajar en la sociedad, los gritos
silenciosos que cambiamos por borracheras para poder ser sinceros sin necesidad
de avergonzarnos, la mentira de un mundo virtualmente perfecto que creamos a
nuestra imagen y semejanza como si fuéramos pequeños y patéticos dioses.
Somos un trabajo de ocho a
cinco, un cubículo, hablar del programa de televisión de moda y juzgar a quien
dé papaya para hacerlo, somos un teléfono celular, un pin en el blackberry, un
televisor en high definition con home teather, somos el número de una cédula,
una cifra para los bancos, un sirviente más para la empresa que laboramos, un
engranaje más para el funcionamiento de una sociedad enferma.
Queremos ser tantas cosas que
olvidamos que somos un accidente en el universo, simple polvo de
estrellas destinado a desvanecerse.
Qué buen texto.
ResponderEliminarGracias querida Lau....
ResponderEliminarSencillamente espectacular.
ResponderEliminarCuánta verdades juntas...
Muy bueno, Tulio.
Un abrazo.