Hay
momentos en la vida que nos cambian para siempre. Situaciones de los que de una u otra forma vamos a querer
escapar sin saber cómo, hay hechos que quedan marcados en el corazón y nos
provoca una desazón tan grande que nada nos puede aliviar por lo que
queremos simplemente gritar y huir para no volver a sentir ese dolor y nos evadimos de mil maneras,
engañándonos, buscando una salida en los placeres y en la
autodestrucción. De eso habla Shame, película dirigida por el inglés Steve McQueen y protagonizada por Michael Fassbender y
Carey Mulligan.
Shame
significa ‘Vergüenza’ pero fue
infámemente traducida como ‘Deseos
culpables’ y publicitada como la
vida de un adicto al sexo, además de ser reconocida por el desnudo que hace Fassbender. Sin embargo, el sexo en la película, aunque es una constante, es tan sólo un elemento accesorio, lo exterior de ese
dolor que lleva agazapado su protagonista y que se hace evidente en cada uno de
los actos que realiza.
La
película nos narra la vida de Brandon Sullivan, un joven, exitoso y apuesto treintañero que vive en Nueva
York. Su problema es que está obsesionado con el sexo: Contrata
prostitutas todo el tiempo, tiene el computador (tanto el de su casa como el de
la oficina) lleno de pornografía, se masturba en el trabajo, seduce a cuanta
mujer se le atraviesa por el camino, sale de conquista todos los días con
su jefe (que es casado).
Al
comienzo de la película vemos a una mujer que lo llama insistentemente al teléfono, que insiste en verlo, él la ignora una y otra vez hasta que ella decide visitarlo. Descubrimos que se trata de su hermana Sissy, cantante, inestable
emocionalmente, autodestructiva y dependiente completamente del afecto de su
hermano.
A
pesar que nunca se menciona el pasado de manera explícita, a excepción de una
frase que dice Sissy en uno de los momentos definitivos de la película, se
intuye que hubo un hecho trascendental que influyo mucho en el destino de ambos, en donde cada uno asume el duelo de
distinta forma, consolidándose entre ellos hay
una relación de amor- odio cargada de dolor y necesidad, y que mientras el hombre
intenta escapar por medio del sexo sin
sentido, la mujer lo hace por medio del dolor físico y el acercamiento obsesivo
con su hermano.
Uno
de los grandes aciertos de la película es que no está plagado de diálogos sino
de pequeños detalles que hacen patente el desazón de los personajes, su enorme
tristeza que va incluso más allá de las palabras. Una de mis escenas favoritas
es cuando Sissy se presenta en un bar y canta el famosísimo ‘New York, New York’, su voz y las lágrimas que derrama Brandon
evocan una situación desgarradora.
La
actuación de Fassbender es sencillamente magistral. Sin riesgo a querer exagerar su actuación es mejor que la de Gary Oldman en ‘Tinker, tailor,
soldier, Spy’ (El topo) y muy superior a
la de Jean Dujardin de ‘The Artist’ ganador del Oscar. Que no haya sido ni
siquiera nominado por su rol es simplemente vergonzoso. Como dije anteriormente la película no tiene
muchos diálogos y Brandon es muy parco, pero podemos presenciar su cansancio en cada gesto, mirada y palabra que dice.
La
película es implacable y no tiene piedad con sus personajes. Brandon está
completamente solo y busca el sexo como un mecanismo de escape pero de
manera infructuosa porque éste le duele, no lo satisface o hace feliz pero lo sigue buscando, de manera compulsiva, no importa si es con prostitutas, o con hombres, con tríos, con desconocidas, sólo quiere
dejarse llevar pero su deseo nunca es saciado ni lo será.
Una
de las escenas claves para entender la película es cuando el protagonista
intenta empezar una relación con una compañera de trabajo, hay química y él se
da cuenta que puede sentir cosas por ella. La lleva hasta su apartamento pero
no es capaz de tener una erección por lo que ella se va decepcionada luego de
lo cual él llama a una prostituta con la que fornica sin problema. Es simplemente sexo, sin ningún tipo de
apego, es la incapacidad de poder relacionarse, de poder amar, porque ama duele
y lastima.
También
es de destacar la ambientación de ese Nueva York, frío, lujoso y hostil, tan
solitario a pesar de estar lleno de gente, tan parecido a Bogotá. Igual pasa
con la música compuesta por Harry Escott, donde se nos muestra una música
triste, sin contemplaciones, sin salida, con el tiempo –ese tic tac que suena
de fondo- corriendo en contra. Una muestra:
Es una película dura, muy dura, sobre la culpa, la vergüenza, las inútiles
maneras que tenemos de huir, de querer evadirnos y perdernos en los placeres
para evitarnos los recuerdos, las acciones cometidas u omitidas. La dirección
de McQueen es formidable y las
actuaciones son enormes, sin duda es muy recomendada.
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