La cuestión va así: Dos
amigos están en un bar donde llega un tercero regalándoles un libro. La cara de
desconcierto del dúo es evidente, pero la alegría retorna cuando el bromista
descubre que dentro del gigantesco tomo se encuentra oculta una cerveza. Lo
anterior es un comercial de la cerveza Póker para celebrar El día de los amigos (menuda bobada innecesaria inventada por la cervecera en un país que no necesita pretexto para tomar) y que tuvo rasgándose
las vestiduras a la élite cultural e intelectual del país la semana pasada.
Fue tanto el alboroto que se
dirigió una carta pidiendo que saliera del aire el comercial de marras, cosa
que se logró con éxito. ‘Triunfamos’ fue la voz cantante de varios escritores,
editores, profesores e intelectuales
quienes condenaban el comercial sentenciando que era el colmo que se desprestigiara
a la literatura de esa manera, tildando a los libros de aburridos en un país donde la gente difícilmente lee dos de ellos al año.
Pero, ¿en verdad era necesario
tanto alboroto? ¿Estuvieron los libros sentenciados a ser sepultados bajo las
olas deliciosas y espumosas de una fría cerveza o quizá se hizo una tormenta innecesaria
por personas que presumen de amarlos y alardean de querer hacerlos más
accesibles a la gente del común pero que en realidad los alejan de ellos cada
vez más?
Nunca he confiado en aquellos que se autodenominan ‘intelectuales’ o ‘poetas’, creo que más que darnos generosamente títulos y palmaditas en la espalda deben ser nuestras acciones y nuestras letras las que nos definan. Son estas personas que se encumbran en una torre de marfil cultural y que miran por encima del hombro a quien no tengan su bagaje cultural o sus gustos quienes generan una repulsión hacia la literatura y lo que la rodea.
Seguramente los han visto,
están en todos los círculos sociales. Bien pudo haber sido ese profesor de quinto
de primaria que los obligó a leer El Quijote de la Mancha,el
director que decomisaba comics por parecerles una pérdida de tiempo, la directora
de esa revista cultural que califica a Stephen King como basura sin haberlo
leído, o condenan a Harry Potter y a Juego de Tronos como lecturas para tontos por estar de moda y por ende indigna en salir en su prestigiosa y
cultural publicación, o el estúpido prepotente que llega a las reuniones burlándose
de fulanito o sutanito por leer ‘literatura basura’ y no leer a Flaubert o a
Dostoievski en su idioma original.
El problema de este grupúsculo
es el mismo que tienen los fanáticos religiosos, políticos y similares: Carecen
de buen humor, se toman las cosas demasiado en serio y creen que su pomposa
solemnidad es sinónimo de que tienen la razón. Han sido ellos quien han encumbrado
a la literatura a un estante incapaz de acceder por parte de la persona del
común. Si en lugar de indignarse por el
comercial aquél, se hubieran burlado de él por mediocre (lo cual es cierto) y
hubieran buscado una alianza o alguna estrategia para contrarrestarlo indicando
que tomar cerveza y leer un libro son dos actividades que pueden ir de la mano, otro gallo cantaría. Pero obviamente para este círculo tomar cerveza debe ser
un acto de la más baja calidad moral.
A estas personas habría que
decirles que la literatura es un mundo maravilloso e infinito. Es la puerta que
nos permite hablar con miles de personas de diferentes países, de distintas
eras. En ella se esconden millones de historias y mundos que florecen con solo
el abrir de sus páginas. No todos los textos son para todas las personas, habrá muchos de
ellos que no nos dicen nada y no por eso debemos despreciar a la persona que no
lo entiende, deberíamos más bien ayudarla, comprenderla sin obligarla, hasta que halle la historia que le hable a su alma. En este sentido, los libros son como el
amor: Es difícil encontrarlo pero una vez lo hacemos es difícil separarnos de
ellos.
También hay que despojar de
tanta seriedad a los libros, a esa barrera creada sin necesidad. Si alguien oye
hablar del Quijote quizá lo relacione con ese texto gigantesco e incomprensible
pero si le hablamos de una comedia donde un tipo pierde la cabeza y
mantiene confundiendo aldeanas horribles con doncellas hermosas, molinos con gigantes y
rebaños con ejércitos y al que siempre terminan aporreando seguramente verá que
no es algo tan ajeno a lo que habrá visto en algún programa de televisión, el
cine o su propia vida.
El comercial en cuestión:
Vos leiste Dostoievski en español ? Eso es muy mainstream!!!
ResponderEliminarCarlosTheOne: Jajajajaja.....el hipster pedante jamás se juntaría con un hereje como yo.
ResponderEliminarEstos Hipster y su Hemingway, yo me quedo con mi Stphen King.
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