Desde que terminé mi novela
no he podido escribir de nuevo. Es decir, he hecho un par de artículos para El
Gato, el periódico humorístico donde colaboro con alguna frecuencia, y he
escrito uno que otro relato breve –tal vez uno o dos, no más- pero no he sido
capaz de ponerme de ponerme activo con toda la seriedad del caso en una nueva
historia que absorba todas mis fuerzas y me haga escribir como endemoniado.
Me pregunto si para el resto
de los escritores es algo normal: Stephen King escribe anualmente una novela o
dos pero también conozco casos de novelistas quienes solo tienen una obra
durante toda su vida o algunos que dejan pasar meses e incluso años para finalizar,
o por lo menos empezar una nueva obra.
Debo confesar que ese
escenario me aterra. Me refiero a haber escrito todo lo que tenía que decir, plasmado
todos mis fantasmas en unas pocas páginas y no tener la habilidad de sumergirme
de nuevo en otra historia. Es cierto que he tenido varias ideas que han rondado
mi cabeza por días e incluso semanas. Llegan de manera silenciosa y de un
momento a otro me encuentro fantaseando con ellas, soñando despierto con las
posibilidades que tendrían si decidiera trabajar en ellas, estoy convencido que
podrían tener una buena posibilidad, pero
llegado el momento apropiado, el de la hoja en blanco, no he podido
concretarlas, es como si un ‘algo’ agarrotara mi manos y mis ideas e impidiera
que me pusiera manos en la obra con ella. Naturalmente esas ideas mueren antes
de nacer y abandonan mi cabeza con la misma rapidez con que llegan.
Rabia, mi novela, es un
texto bastante pesado, tiene demasiadas cosas oscuras, muchas escenas donde el
sexo es usado como una herramienta para olvidar o castigar, otras que tienen
demasiada violencia, Ultraviolencia como diría Alex de Large de La naranja
mecánica. Es cierto que necesitaba escribirla, que en cierto sentido me sirvió
como catarsis para una época muy importante de mi vida que se ha extinguido
para siempre y que una parte de mí se divirtió mucho escribiéndola, en especial
las partes más decadentes y terribles, pero debo reconocer que escribirla y
releeerla una y otra vez me ha dejado agotado, un poco exhausto como si hubiera
vaciado gran parte de mis sesos en las páginas diligenciadas.
Cuenta Stephen King que
después del accidente que casi le costó la vida, no era capaz de escribir.
Dedicaba toda su energía a recuperarse y no fue sino hasta que su esposa
Tabitha prácticamente lo empujara hasta su despacho y obligara a retomar su
trabajo que redescubrió el placer que sentía en tejer historias. Al principio
salían relatos flojos, páginas aún peores, pero conforme pasaba el tiempo y escribía
con mayor frecuencia sentía retomar ese ritmo que lo hacía sentir bien consigo
mismo.
En estos momentos, tengo una
historia que empecé hace un par de años rondándome una y otra vez la cabeza,
tengo un buen presentimiento sobre ella, además me ayudaría a cambiar el
registro y aventurarme en algo menos duro, sé que debo retomarla, pocas cosas
se comparan a la emoción de estar escribiendo en la madrugada de manera frenética,
con los muertos y las musas susurrándote a los oídos mientras la ciudad duerme.
Debo empezar, se requiere disciplina y orden pero sé que una vez lo haga me
embarcaré irremediablemente en una nueva aventura. Sólo debo iniciar y las
palabras irán llegando. Una a una.
Interesante conocer esa parte de un escritor, me encantaría leer Rabia. Espero puedas volver a retomar el ritmo y escribir, tener nuevos proyectos
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