jueves, 7 de junio de 2012

En memoria de Rosa Elvira

Ni en sus sueños más remotos Rosa Elvira Cely imaginó estar en la portada de los periódicos más prestigiosos del país. Nunca pensó que compartiría pantalla con el presidente Santos, Juanes y Shakira o tendría la misma importancia que la selección Colombia. Sólo su muerte, rodeada de las torturas más degradantes y dolorosas para un ser humano habría de convertirla en una noticia que habría de tocar las fibras más sensible de la sociedad.

Rosa Elvira era una pieza más dentro de la sociedad, otro mecanismo dentro del engranaje, nadie importante excepto para su familia y sus amigos. Si hubiera muerto atropellada por un carro, habrían dicho que simplemente  era una mujer  que se dedicaba a la venta de minutos celulares, pero mucho más de ello era una persona que tenía sueños, que anhelaba convertirse en una reconocida psicóloga,  y así darle a su hija la vida que ella no tuvo. 

Un jueves salió para no volver. Se fue a tomar unos tragos con unos compañeros de la institución donde estudiaba  sin imaginar que al hacerlo se encontraría con su destino. Veo su rostro en una fotografía, es serio, severo, quizá fruto de la dureza de las calles, de su propia vida y la imagino en la fría madrugada de Bogotá, golpeada de manera brutal, violada salvajemente y empalada con una rama que le destrozaría el ano y demás órganos internos. Imagino sus lágrimas, la llamada que hizo a la línea de emergencia con sus últimas fuerzas, la agonía minuto a minuto, segundo a segundo, de irse muriendo sin poderlo evitar, de esperar  en un parque solitario una ayuda que no habría de llegar a tiempo.

Inexplicablemente la ayuda llegó varias horas después de su llamada, desde luego han habido excusas para justificar la demora, demasiado endebles, demasiado  inútiles; inexplicablemente  y como lo expone Natalia Springer en su columna en El Tiempo ( http://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/nataliaspringer/ARTICULO-WEB-NEW_NOTA_INTERIOR-11919638.html )  fue trasladada no a un hospital donde podrían salvarle la vida sino a uno al que ella económicamente podía acceder y, donde a pesar de la buena voluntad de los médicos,  era prácticamente imposible hacer algo por ella, demostrando que en este país miserable siguen existiendo ciudadanos de primera, segunda y tercera categoría.

El brutal ataque fue registrado por uno de los tantos periódicos amarillistas que inundan el país, quizá si sólo hubiera sido golpeada, violada y apuñalada no habría pasado de ser noticia de medio día como pasa con tantas otras mujeres, pero el empalamiento fue la copa que rebasó el vaso incluso en una sociedad tan acostumbrada a la violencia como la nuestra y los principales medios se vieron obligados a cubrir la noticia.

Rosa Elvira luchó valientemente por la vida. Lo hizo en esa fatídica madrugada cuando llamó pidiendo auxilio, lo hizo mientras se aferraba a la vida denunciando el nombre de su victimario  a los médicos de la ambulancia que la recogieron y finalmente aguantando varios días a pesar de sus irreversibles heridas que la destrozaron internamente. A pesar de su inmensa valentía su cuerpo no resistió tanto maltrato y no pudo aguantar tanto como su espíritu y murió.

  Su asesino es Javier Velasco, uno de sus acompañantes esa noche. Un remedo de hombre, un ser mentalmente inestable, un psicópata que ya había sido acusado de asesinato y violación,  una persona que es resultado de un círculo de violencia interminable donde fue maltratado por su padre al extremo de que éste le clavara un cuchillo en la pierna,  de la misma forma que Fernando Garavito fue violado antes de emprender sus crímenes. Una situación que puede servir para comprender el origen de estas bestias humanas pero de ninguna manera para justificarlas.

Velasco ya había sido capturado diez años antes por el homicidio de Dismila Ochoa y fue evaluado por Medicina Legal quien dictaminó que "para el momento de los hechos investigados (Velasco) presentó un trastorno mental transitorio, con base patológica, que le impidió comprender su actuar y determinarse acorde con esa comprensión". 

¿Cuánto vale una vida en Colombia? Según el incapaz aparato judicial que nos rige, la de Dismila sólo mereció trece meses de prisión y dos salarios de cárcel luego de lo cual el asesino salió libre. El castigo no fue suficiente para él, quien años después habría de violar a una niña de once años hija de su pareja de entonces. Es en estos momento donde uno no deja de preguntarse qué tanto es lo que hace el gobierno para realizar una verdadera reforma a la justicia que impida que asesinos como estos anden sueltos por las calles y sigan destilando su maldad en lugar de estar en la cárcel que merecen.

Después de la muerte de Rosa Elvira hubo reflexiones, llantos, rasgamiento de vestiduras, muchas de ellas por los dirigentes de este país que son culpables  por acción u omisión de crímenes de esta envergadura; hubo marchas, pancartas, se convirtió en un grito de batalla, en un objeto manipulable para ciertos sectores a los que normalmente ella no les importaría nada. Después vendrá la quietud, uno que otro detalle macabro del asesino, su juicio  y seguramente la libertad bajo fianza que obtendrá con la complicidad de un sistema corrupto hasta la médula; finalmente el caso será sepultado por las mismas noticias de siempre: Una nueva derrota de la selección Colombia, un alza en el precio de la gasolina, una nueva reacción de Uribe, un nuevo disco de Juanes o una nueva toma guerrillera.

Pero sigo mirando la imagen estática de Rosa Elvira. Pienso que hay miles de mujeres como ella, valientes, trabajadoras, soñadoras, que se levantan día tras día en una sociedad machista, en un país asesino e indolente. Creo que es terrible vivir en una nación en el que este tipo de cosas ocurran y no se dé un verdadero cambio, pienso en sus sueños, en la pobre hija que nunca más podrá ver a su madre y que intentará rememorar impotentemente en sus noches de desvelo una y otra vez sus últimas horas moribunda en el Parque Nacional y se preguntará a qué horas llego la sociedad a ese grado de locura. 

A veces ser colombiano no es sólo un acto de fe como diría Borges, sino de una infinita tristeza.  

3 comentarios:

  1. De acuerdísimo excepto por una cosa, si la hubiera atropellado un carro NADIE habría dicho nada. En Colombia, para que una muerte nos duele, no basta con que sea salvaje, tiene que ser ABERRANTE, si el diario amarillista no hubiera dicho "encuentran mujer ATRAVESADA POR UNA LANZA" no hubiera pasado nada. Así de triste, así de cierto.

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  2. De acuerdo con tu apreciación....allí está el caso Colmenares como un buen ejemplo de ello.

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  3. Dura crónica que muestra tu habilidad como periodista narrador.
    Terrible suceso de nuestra vida en ¿sociedad?.
    Q.E.P.D. Rosa...

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