Puedes
verlo en medio de la multitud, como uno
más, anodino, gris entre las mil tonalidades de grises de la masa; puede ser
una criatura de la noche, ahogando sus penas y sus tormentos en los vasos
llenos de hielo derretido por el whiskey ausente, el blues a todo volumen, el humo disoluto de
un cigarrillo a medio empezar y los labios ocasionales y carnosos de una mujer;
puede ser callado, taimado, con ínfulas de grandeza, la ternura de un niño
grande o desesperante como El Principito de Exupery con su curiosidad
insatisfecha, pero lo más probable es que sea un escritor y que esa sea su desgracia
y único consuelo.
El
escritor es solitario. No importa que esté casado, que tenga cinco hijos, un
par de amantes y un perro o un gato; que viva la vida bohemia con sus noches de
colores, su música incesante, sus compañeros de juerga y las mujeres pasajeras;
no importa que sus libros hablen de amistad, que hayan mil personajes que se
amen y se odien con ferocidad , y que en sus páginas cree mundos luminosos,
capaces de causar lágrimas de alegría o dolor. Si es una persona que decidió
tomar la pluma como luz y faro de su alma, si sólo las palabras reflejadas son
capaces de aplacar los mil y un demonios que se agazapan en su corazón, lo más
posible es que una parte de él siempre este sola, no encuentre sosiego jamás y
busque una salida desesperada e inútil, como el grito de un náufrago en un mar
insondable e infinito, a través de sus historias.
A
pesar de lo mucho que hable, que sea el alma de la fiesta, que llene de risas
un auditorio como un bufón, las palabras que salgan de sus labios serán
estúpidas, destempladas y él siempre se sentirá torpe al hacerlo como si fuera
un enorme oso obligado a montar esas
pequeñas bicicletas que se ven en los circos. Su verdadero ambiente es el
silencio, la reflexión, quizá la música a todo volumen que le ayude a acallar
las voces de sus personajes que pugnan por salir de manera alocada y
desesperada.
Si
le preguntan quién es, probablemente se encogerá de hombros, terminará de
fumarse un cigarrillo, mirará a las estrellas y exhalará de manera pausada el
humo. No hay honor en ser escritor. Algunos se engañarán diciendo que lo hacen
en busca de la fama –oh dama veleidosa- y el dinero, otros más que lo hacen
porque no les queda más remedio, que es lo que mejor se le da. Pero nada de eso
es cierto, si el escritor pudiera escoger ser alguien diferente lo haría sin
vacilaciones, quizá un carnicero, abogado, un astronauta, un gerente, un
mesero, una profesión normal que les permitiera llevar una vida ordinaria en
donde no llevaran su alma hasta las puertas del abismo.
Porque
escribir es eso. Es tener una hoja en blanco e irla llenando con la sangre que brota
del alma, es dejarse llevar por voces misteriosas, por el sentir de los muertos
y los lugares que no se han visto jamás pero que juraría haber visitado en
sueños. Es tener tantos pesares y alegrías que las palabras no alcanzarían jamás a expresarlas, es escribir su
vida y vidas ajenas en un pedazo de papel para después de tanto sufrimientos,
de tantas noches de insomnio y lágrimas que brotan en forma de tinta, avergonzarse
de lo escrito y arrojarlo al fuego o
guardarlo sólo para si mismo y leerlo y releerlo en los momentos más
miserables de la vida.
Y si
logra publicar el destino no será mejor. Siempre se estará preguntando si no es
más que una atracción de feria, un fenómeno de moda que se irá apagando paulatinamente,
un afortunado con suerte y sin talento.
Por las noches, después de las editoriales, los cócteles, las felicitaciones de
gente que lo odia y las reseñas de la prensa, pensará como Juan Pablo Castel si
habrá alguien, por lo menos una sola persona, capaz de comprender ese mensaje
que ha plasmado en su obra, esa mujer solitaria viendo al mar a través de una
ventanita.
Probablemente
el escritor dude y quiera escapar de su destino. Se ahogará en los placeres de
una vida confortable, en las mieles de la rutina y el dinero, o lo hará a
través de los excesos, todo sea con tal de no escribir de ver esa hoja en
blanco y no tener más remedio que llenarla redimiéndose y condenándose a la
vez. Pero la letra es fuerte y siempre se verá obligado a volver, a su suerte
de amanuense del destino, y una vez que plasme la primera letra, seguirá otra y
otra y empezará a vaciar su cabeza una vez más y verá que su sino es a la vez
trágico y grandioso.
Si
usted, querido lector, se encuentre con un espécimen así, no lo regañe, no
intente comprenderlo, no le de plata, alabe sus cuentos o sea cruel con sus
críticas. Si alguna vez tiene la inmensa mala suerte de conocer a una persona
de esta clase, simplemente obsérvelo a
los ojos y descifre sus silencios tristes, las palabras que no dirá jamás, coja
sus manuscritos y léalos a conciencia. Él se lo agradecerá.
Un texto maravilloso!
ResponderEliminar"Es tener una hoja en blanco e irla llenando con la sangre que brota del alma..."
Gracias por compartir un poco de tu talento.
A ti, gracias por leerlo.
ResponderEliminarSos un genio: describís de una manera tal, que las palabras te levan de la mano por el texto.
ResponderEliminarExcelente reflexión (en varios párrafos me vi reflejado, je).
¡Saludos!
llevan* por levan*... upsss...
Eliminar