------
Disertaciones
de un dios
Spiff MacLeod, el espía, ingresó a la
base secreta, noqueó con facilidad a los guardias y saboteó el sistema de
seguridad con su minicomputador. Sin despeinarse, corrió sin ser visto por los
más de cien soldados y entró al cuarto que lo llevaría hasta el doctor Muerte.
En su interior lo esperaba un luchador de sumo
armado con una metralleta…qué idiotez. Peor aún, era repetido, tenía un tufillo demasiado
parecido a la vez que lo enfrentó mano a mano con un luchador mexicano
(de máscara y demás arandelas) ¿Qué hacer entonces? ¿Pirañas con rayos lasers?
Ya. ¿Habitaciones con picos que se van cerrando mientras destilan gas venenoso?
Ya. ¿Mujeres asesinas bipolares? Ya. ¿Un zombie experto en artes marciales? Por
favor (y ya).
Además
con cualquier cosa que lo enfrentara sabía de antemano el
resultado, el espía saldría vencedor exhibiendo su mirada arrogante y su
sonrisa Colgate. Maldito cabroncete, en ocasiones era francamente detestable.
Su vida se reducía a mujeres hermosas, carros de lujo, viajes, gadgets de
última tecnología y salvar al mundo en las últimas diez páginas. Pero la
existencia no puede ser eso: También hay gotas de lluvia en la ventana, días
azules, de tristeza, mujeres que se van para no volver, escritores que se
ven obligados a escribir sagas estúpidas de espionaje para no morir de
hambre, cosas así.
Determinado,
retomó el escrito: El luchador de sumo no
le dio tiempo a Spiff de hacer ningún movimiento: le disparó a quemarropa sin
clemencia… mientras tecleaba le pareció ver entre el humo de la metralleta
y el eco de los casquillos de las balas cayendo, la mirada vidriosa llena
de incredulidad de su personaje que le reclamaba, no, que le exigía una explicación.
Releyó el
escrito y saboreó la agonía de Spiff MacLeod, su impotencia. Borró los párrafos
anteriores, dejó al espía a la entrada de la puerta, pensó en Julio
Cesar, muerto a cuchilladas a la entrada del Senado; Spiff entró
nuevamente en la habitación… En su
interior lo esperaban doce figuras con túnicas blancas, perfiles romanos y
puñales afilados; se abalanzaron sobre él y sin darle tiempo a hablar empezaron
el ritual de la sangre y el hierro... Fue una muerte horrible y lenta pero
digna de un emperador no de un agente internacional del mundo de la
investigación.
Lo tenía
en su poder, completamente indefenso, prisionero de sus designios, qué no
darían el doctor Muerte, el profesor Sangre, el Barón de Okenheim y demás enemigos
del héroe por tenerlo en esa situación. Podía torturarlo y asesinarlo
nuevamente para luego borrar y resucitarlo de nuevo y seguir así hasta que él
quisiera.
Ojalá la
vida real fuera así. Quizá lo es, a lo mejor, en los confines del universo,
existen dioses equipados de lápiz y papel, y las vidas de los humanos son
simples borradores que desechan a la caneca de la basura cuando se han
aburrido.
Ideas
estúpidas desde luego…al escribir tenemos miles de ellas, de las cuales
novecientas noventa y nueve son brillantes y sólo una, la que indefectiblemente
escogemos, tonta. Nos sentimos orgullosos de nuestra elección y nos
ponemos manos a la obra.
Empezamos
con una hoja en blanca y la idea idiota. Se vacila con la primera palabra, la
primera letra, intentamos evadirla porque una vez que se seleccione hay
que seguir con la comedia hasta que haya terminado. Pensamos en la velada de la
noche anterior, en el equipo de fútbol o en la pelea que se tuvo la semana
pasada con la esposa por un tema ya olvidado, miramos afuera a ese pajarito que
se zambulle feliz e impune en el charco de agua sucia. Finalmente en un acto de
osadía, de arrojo insensato y estúpido plasmamos el inicio.
Después no
queda otro camino que escribir otra palabra, y otra más, otra página, otro
capítulo y otra sección hasta que finalmente se ha terminado y uno se siente
vacío como si hubiera vomitado ríos de tinta. A lo largo del
proceso nos hemos encariñado con el producto, se le trata como un bebé, como
una planta, como si fuera la creación más excelsa del universo a pesar de que
puede ser el pedazo de porquería más grande del mismo, como si fuera Las increíbles aventuras de Spiff MacLeod.
Se
abandona la historia en busca de una nueva idea, mucho mejor, más interesante,
algo que esta vez SÍ revolucione el mundo de la literatura. Con el paso del
tiempo, después de aburrirse con la nueva historia y volver a terrenos
conocidos a revisar y corregir el relato, lo verá desnudo, tal como es, con sus
cualidades y defectos, tal como un matrimonio después de años de relación.
Muy
bonitas todas esas reflexiones pero, ¿qué hacía con Spiff que aún agonizaba en
las escalinatas del Senado? No había sido consciente a qué horas había cambiado
el escenario pero ahora ya no podía visualizarlo en el cuarto del luchador de
Sumo con metralleta.
Sabía la
realidad. Nadie compraría un libro donde el personaje principal muere durante
el capítulo dieciséis, después de doscientas sesenta y nueve páginas, a manos
de un desconocido. A fin de cuentas, y a su pesar, le caía bien el
cabroncete: Era todo lo que él no podía ser, además a través de él había
viajado, salvado a damiselas y derrotar a villanos caricaturescos que querían
apoderarse del mundo. Y le daba para comer, no había que olvidar ese detalle.
Disfrutó
un rato más del sufrimiento de su creación. Borró nuevamente el párrafo y
lo sustituyó por uno donde con un puño vencía al luchador de sumo (decidió
dejarlo después de todo). Se acercó a la pantalla del computador y le dijo con
suavidad a su hijo de tinta, ‘No se te olvide que soy tu creador y puedo hacer
contigo lo que me venga en gana’, le pareció ver que él levantaba la mirada.
Sonreía, el muy hijo de puta.
Muy, muy bueno, Tulio. Merecidísimo galardón el obtenido, che.
ResponderEliminarMe sentí muy identificado con tu historia con aquello de definir, en mi modestísima faz de escritor amateur, si a cada historia le cabe un final feliz, o un desenlace macabro. Y las dudas que todo ello trae consigo.
¡El final de "Disertaciones..." es tremendo!
¡Felicitaciones!
Es un buen relato, Tulio. De los que más me gustaron en el concurso.
ResponderEliminarEl escritor todopoderoso... es un gran tema. ^^
Gracias Juanito y Sonia....el hecho de que a dos lectores consumados como ustedes les haya gustadoel relato me anima mucho a seguir adelante.
ResponderEliminar